Durante un tiempo, concretamente un mes, el hogar de Saman fue una playa al sur de Tenerife, donde conoció gente de muchas partes del mundo.
El clima, las playas y el mar le hicieron darse cuenta de lo que es el paraíso, y fueron las islas quienes les llenaron de nueva energía y vitalidad.
Coincidió por internet con otro chico de su país que andaba por Las Palmas de Gran Canaria por el momento, por lo que recogió su mochila y se trasladó a Gran Canaria, donde comenzó a trabajar en la construcción.